España despoblada
Hace días participé en un coloquio del ABC para tratar el fenómeno de la despoblación en el país. Y es que con la baja fecundidad y el fuerte envejecimiento, la desertización de grandes espacios interiores constituye un rasgo distintivo de nuestra demografía.
He de confesar que veo esta circunstancia como el resultado de un proceso lógico, más que como un problema. La falta de recursos, unas veces, o de servicios básicos otras, alentaron desde hace ya muchos años un éxodo de personas jóvenes, sobre todo mujeres, que provocó un retroceso de la natalidad y un envejecimiento progresivo .El doble proceso de emigración campo-ciudad y centro-periferia modificó profundamente el reparto de la población en el territorio y convirtió al país en una sociedad fuertemente urbanizada. ¿Y eso es malo? Y si lo es ¿tiene remedio?. Es verdad que el vaciamiento de muchas zonas rurales de la España interior ha sido intenso y que eso multiplica los costos para prestar los servicios públicos y para sostener el medio natural y conservar el patrimonio histórico-artístico. Son, quizás, los daños colaterales de una evolución que tiene muchos otros escenarios, resulta comprensible y es difícilmente reversible. No podemos poner puertas al campo para que la gente no se vaya y no resulta sencillo alentar movimientos de retorno mínimamente significativos. La despoblación, como el envejecimiento que la acompaña son fenómenos con los que hay que convivir y cuyos retos hay que enfrentar. Uno de ellos es atender a las personas que se quedan en el campo o que quiere volver a él que no deberían tener un menor nivel de prestaciones que sus congéneres urbanos. Para ello hay diferentes instrumentos de los que citaré dos: la despoblación, la dispersión de los habitantes y el nivel de envejecimiento deberían ser argumentos esenciales de la financiación autonómica para que las Comunidades pudieran atender mejor a esa población minoritaria que queda en el campo y que cuesta más servir. Y estas personas deberían tener un régimen fiscal favorable que fuera un incentivo para permanecer ligadas al medio rural.